Nación (2020). La interminable lucha por ser nación.

 

En un presente marcado por la prohibición de manifestaciones feministas - “a causa de la crisis sanitaria”- y el distanciamiento de Comisiones Obreras por la despolitización que les presuponen, Nación de Margarita Ledo despierta especial atención. El cuarto largometraje de no ficción de la polifacética Ledo, premiado en el Festival de Sevilla con la mejor dirección de una película española, se presenta como un necesario ejercicio de memoria histórica a cerca de la incorporación de las mujeres al proceso de industrialización de ciudades como Vigo y la independencia que supuso dicha inserción a la vida laboral fuera del espacio doméstico. La recuperación de la lucha obrera que, aún siempre llevando liderazgo masculino, ha sido posible gracias a la colaboración de todas esas mujeres con las que compartían espacio en las fábricas. Nación vuelve a poner de relieve, a través de las voces de las propias trabajadoras, de qué manera las mujeres han acompañado a los hombres en las revoluciones para ser abandonadas cuando más han necesitado el apoyo. Y señala las peculiaridades de su lucha particular marcada por cuestiones como la brecha salarial y la doble jornada que asustan por su presencia en las reivindicaciones feministas de hoy.

Para ello, la película se traslada a la fábrica de Pontesa y a su cierre repentino en 2001, arrastrando hasta el presente la doble deuda que contrajo con todas sus trabajadoras, la económica y la “social”. En la huella viva en el presente de la lucha inconclusa presenta paralelismos con El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020), película que combinaba elementos de la dirección de arte -diseño de vestuario- y la puesta en escena para generar la sensación del estancamiento del tiempo. La parálisis de un reloj roto que indica hasta qué punto el pasado está tan vivo que no deja de pisarse con el presente. Y esa idea la consigue Ledo de manera muy efectiva y primorosa con el fundido encadenado de las imágenes datadas de la década de los años veinte -de José Gil- donde las trabajadoras salían de la fábrica, y otra prácticamente idéntica de un siglo después, imponiendo el ruido del presente al del pasado. Un recurso, el de introducir elementos del presente en las imágenes de archivo, que usará en otras ocasiones a través, por ejemplo, de la inclusión de la voz en off sobre las imágenes de los partidos de fútbol. El presente está tan definido por el ayer que es imposible separar en dos estancos las imágenes de archivo de las más actuales.

Aun teniendo esos fuertes lazos con la de López Carrasco, Nación se aleja, no sólo por el uso de una sola pantalla, sino por la introducción de la ficción -y de actrices como Mónica de Nut- en el mismo documental. Margarita Ledo, también conocida por su faceta como escritora y poetisa, no rechaza un cierto aliento poético que está presente desde el arranque mismo de la película con el primer plano de una mujer recitando versos de Rafael Lobelle delante de una pared roja y descascarillada. Lirismo también presente en la escena en la que una mujer ataviada de negro, escala la roca y comienza un canto aletargado. La convivencia de la ficción y la realidad, entonces, funciona de la misma forma que la del pasado y presente, conformando un diálogo. La ficción enriquece las imágenes de archivo y los testimonios de las trabajadoras, a su vez, terminan suponiendo también el proceso de ficcionalización del recuerdo. Así, Ledo aísla en primer plano los rostros de esas mujeres que mirando a cámara dan cuenta de su realidad. Rostros agrietados que riman con las brechas que presentan las antiguas fotografías de archivo donde aparecían.

Muy cerca en el tiempo, un año antes de la expulsión de las trabajadoras de Pontesa, Agnès Varda estrenaba Los espigadores y la espigadora donde a través de una pequeña cámara digital registraba la labor de aquellos que se dedicaban a recolectar lo que el resto no quería. Así, la cineasta francesa se convertía en una de ellas, en tanto que seleccionaba filmar lo que a nadie más le interesaba. Daba espacio a lo que hasta entonces había sido invisible. Nación, así como el resto de filmografía de Margarita Ledo, en cierto modo, podría acercase al de Agnès Varda. Ambas podrían ser consideradas espigadoras de la realidad. Espigadoras que encuentran el valor -y así lo trasladaban al encuadre- en lo que, por silenciado, había sido invisible: las mujeres que sobrepasan la cerca. Mujeres que, hoy más que nunca, necesitan la reivindicación el espacio público para recordar que siguen siendo nación.

(Publicada en: Revista Mutaciones)

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