Under the skin (2013). La venganza de la nueva Cléo.

Siete años y una pandemia, la cual obliga a los cines a reciclar para suplir el hueco que dejan aquellas grandes películas que no pueden estrenarse por miedo a no ser rentables, han sido necesarios para que Under The Skin (Jonathan Glazer, 2013) pueda ser vista en pantalla grande en España. Y es ahí, en la gran sala oscura donde son alcanzables los sueños desde el nacimiento del cine, donde cobra sentido acercarse a ella, aunque en este caso sea más una pesadilla terrorífica, de esas que hacen difícil el simple hecho de mantener la mirada en ciertos momentos. Ni siquiera por puro morbo, no damos para tanto. Una película donde lo de fuera, lo ajeno, lo no humano, como no podía ser de otra manera, pone de relieve las faltas, los cánceres y los más crueles delitos de la humanidad. Un ser no (no-ser) humano encarnado, nunca mejor dicho, por Scarlett Johansson, como viuda negra (otra vez), mantis religiosa, insecto voraz y fatal que observa la conducta humana para incorporarla a su modus operandi y llevar a cabo su labor. Una asesina justiciera. Casi sientes su aliento cerca de ti y su respiración acompasada.

Dividida en dos partes, aquel primer bloque en el que la protagonista está aprehendiendo a ser humana mediante una suerte de vouyerismo sutil, aniquilando en un su propio mar negro, y la segunda en la que toma conciencia de sí misma, del trauma de reconocerse mujer en una tierra donde son machacadas, violadas y reducidas a pieles, a cuerpos. Eso pone de relieve la mítica escena de Scarlett mirándose y reconociéndose frente al espejo, en un reflejo ajeno, impropio, sin comprender qué tiene entre las piernas, adherido al cuerpo, qué mecanismo se activa para provocar la locura y la perdición de la que empieza a ser consciente. En este sentido, aunque no son comprables ni en género ni estilo, me recordó a Cléo de 5 à 7 (Agnès Varda), en tanto que Cléo también experimentaba ese proceso de ser mirada como objeto y transformarse en sujeto activo. La cara y la cruz, el reverso y el anverso. La pérdida de la inocencia, incompatible con el auto(re)conocimiento femenino.
Una película atmosférica, turbia, farragosa, negra, críptica, hermética, corrosiva, insidiosa y desalentadora.

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