Nuestra parte de noche (2019). La condena heredada.
En la que es su primera novela, Mariana Enriquez es capaz de construir un universo turbio y tenebroso que no deja de competir con la oscuridad de la historia reciente de la propia Argentina demostrando que la negrura no hay que ir a buscarla en otros mundos lejanos porque está bien cerca.
"A que fuera parte de todos los muertos que se esconden en los lechos de los ríos Argentinos. Los crímenes de la dictadura eran muy útiles para la Orden, proveían de cuerpos, de coartadas y de corrientes de dolor y miedo, emociones que resultaban útiles para manipular".
Sin renunciar a los recursos propios del género, Mariana combina las perversiones de ritos ocultistas y demoníacos -que más allá de repetir fórmulas ya muy masticadas elige inteligentemente servirse de las creencias y el folclore popular autóctono- con las aún mayores atrocidades cometidas durante la dictadura militar argentina. Pero no sólo se queda ahí. Las casi 700 páginas que constituyen la novela, estructurada en cinco bloques (casi podría hablarse de cinco novelas), reservan espacio para completar la historia con diversas épocas siempre con una elaborada, nada panfletaria, lectura crítica social de importante calado pero que permanece en una capa inferior: la violencia colonialista, los desvaríos del Londres hippie y psicodélico de los sesenta, por supuesto la dictadura, el estado militar y sus consecuencias más terribles, y la pandemia de VIH de los noventa. Y todo esto es mucho más que como tela de fondo o mera contextualización. Este entorno es el idóneo para abordar los pilares temáticos de la novela: los sacrificios de la paternidad, la obsesión por la herencia y la continuación de un legado infinito a través de los hijos
"Tenemos a los hijos para continuar, son nuestra inmortalidad".
Al fin y al cabo, la novela aborda una de las obsesiones paradójicamente más humana por su imposibilidad: la eternidad, en cualquiera de sus manifestaciones, y por tanto, los crímenes cometidos en su nombre, que no hacen más que hacernos merecer la condena de lidiar para siempre con nuestra gran parte de noche.
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