Beggining (2020). El desafío de (re)visionar la violencia
El 18 de febrero de 1982, la artista cubana Ana Mendieta reflexionaba, tras una intensa década de investigaciones artísticas en clave feminista (y por tanto política), en el MoMa acerca de lo siguiente: “Estando dotada de pensamiento, ¿cómo puede una persona transcurrir por la vida sin cuestionarse a sí misma? Y estando dotada de sentimiento, ¿cómo puede quedarse indiferente?”. Cuestiones que cobran verdadera significación si se tienen en cuenta piezas como Rape Scene (1973) donde la violencia ejercida contra el cuerpo -ensangrentado- de las mujeres se explicita e invita (¿o se obliga?) a ser mirado. Y precisamente esa podría ser la tesis que atraviesa la subyugante y turbadora ópera prima de la directora novel Dea Kulumbegahsvili, Beginning -todo un desafío a la mirada imprecisa y consentida-. Aunque basculando, a diferencia de Mendieta, entre la insinuación y la manifestación, la directora georgiana, con el pulso firme expresado en dilatados planos fijos y con orgánicos (escasos y casi imperceptibles) movimientos de cámara, se atreve a crear imágenes perturbadoras que desprenden una fuerte violencia soterrada que deviene, en alguna ocasión, en descubierta. Pero no con la intención de crear mero impacto sino más bien la de ofrecer una revisión crítica de la representación de la violencia (de género) cuestionando en cierto modo el devenir estético de algo tan abyecto y atroz, como señalaba Rivette en su famosa crítica de Kapò. Pero la directora trasciende todo ese debate con decisiones formales tan simples (no por ello menos eficaces) como la distancia de cámara que muestra el horror sin recrease -algo parecido a lo que hace Marta Sanz en su novela pequeñas mujeres rojas al relatar las escenas de esa naturaleza mecanizando el acto y sometiéndolo a examen casi quirúrgico-.
Rape Scene (1973), Ana Mendieta
La primera secuencia se erige como una especie de manifiesto o advertencia de lo que va a ser el resto de la película con la puesta en escena de una sociedad (la georgiana referente a los Testigos de Jehová) construida a partir de un fuerte fundamentalismo religioso y regida por el miedo y el sacrificio desde la infancia. En ella, el pastor alude en su speech a la historia bíblica de Abraham (que irónicamente va a encontrar réplica al final) mientras “los fieles” aterrados escuchan atentos. De pronto, la falsa calma se ve interrumpida por el caos generado a partir de la irrupción abrupta del fuego infernal. Dicha escena servirá además para presentar a la protagonista y de esa forma conocer cuál es el lugar que ocupa en esa sociedad fanática para luego seguirla muy de cerca en su cotidianeidad. Con una ratio de 1:33, Dea adapta el formato de la película a la subjetividad de Yana dándole al marco de encuadre todo un carácter castrador, como el de la sociedad patriarcal que la oprime. Además, dicho formato adquiere sentido también en comparación a la importancia del amenazador fuera de campo del que procede el verdadero horror que se cuela en la imagen muchas veces a través de la voz.
Otro aspecto importante, que vuelve a enlazar la propuesta con la de Ana Mendieta, sería la atención al paisaje natural, a la naturaleza poéticamente filmada -tanto es así que en la secuencia de la agresión el sonido del río se impone sobre el generado por el cuerpo ajado-. Si Mendieta, en sus earth-body works se servía de lo natural como escondite, medio de huida y reencuentro con el punto de origen, Dea lleva aún más lejos la captación de la naturaleza para acercarse a lo místico (casi bíblico) en contraposición a la rigidez de la vida de Yana. Así, el paisaje se ofrece de alguna manera como alternativa, de nuevo como vía de escape, donde la luz sobre la hierba provocará una suerte de resurrección que hará trizas la ilusoria estabilidad de su identidad. Pero una naturaleza también cruel ya que, siendo testigo de la aversión, no será capaz de transformar Dafne (Yana) en laurel antes de que Apolo la rapte. En Beginning, lo más aterrador es, sin duda, que el mal no sólo se encuentra cerca, en el frondoso paisaje. Está en quienes le temen.
Body Works ( 1972-85), Ana Mendieta.
En definitiva, Dea nos propone una manera disidente, deudora en cierta forma del de videoarte y la videoinstalación -en esa quietud de la cámara y carácter silente-, de acercarnos a la alienación sufrida por muchas mujeres en organizaciones sociales determinadas. Aquí no se vierte una crítica sobre los Testigos de Jehová. No es un: a favor o en contra. No hay lugar para lo panfletario porque la religión es una excusa. Se toma de ella sus formas de organización y su puesta al servicio a otros sistemas para perpetuar rígidos controles que aseguren el hermetismo y perdurabilidad de las desigualdades. Parte de lo concreto para llegar hasta lo universal. Desde Georgia -en concreto su pueblo natal- hasta la violencia transversal ejercida a lo largo de todos los siglos contra las mujeres. Y de esa forma, vuelve a encontrarse con Mendieta.
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