En otro país (2012). La verdad en la contradicción.

En otro país (2012) es un buen ejemplo de cómo puede alcanzarse lo verdadero -que no lo real- a través de una quimera. Una aparente contradicción reiterada en parte de la filmografía de Hong Sang-soo, quien se sirve de una sencillez estética y un aparente descuido formal para radiografiar al milímetro la condición humana sin renunciar precisamente a eso, a la atención a lo formal. Si la cámara parece desaparecer para ponerse al servicio de la historia y hacerse invisible, como gustaba el cine clásico de Hollywood, es pura quimera, pronto se descubre su presencia con los repentinos zooms que reencuadran la imagen y dirigen la mirada; si los planos secuencia parecen respetar la unidad de tiempo y espacio para que las conversaciones realmente fluyan con ingenuidad, es otra quimera, el director, aunque rechaza el plano/contraplano, fractura el espacio al mover la cámara de un rostro a otro; incluso si la repetición de planos similares pudiera parecer pereza técnica más bien responde a un juego de rimas visuales, y de nuevo la quimera...  Recursos que, bien atendidos, denotan una estudiada intención. Sin embargo, esa planificación casa a la perfección con la importancia concedida al azar durante el rodaje (entre tanta quimera, otra contradicción), sobre todo al rechazar un guion férreo para apostar por uno más vivo que se va construyendo en el momento de filmar.

Resultado de esa experimentación formal es la estructura tríptica del film en la que cada uno de los tres segmentos se interpela libremente a partir de situaciones y objetos evocados. Una estructura que plantea tres caminos que transitar -apuesta que repetirá en Ahora sí, antes no (2015)-. De ahí la triple imagen de las direcciones. Y es que En otro país podría considerarse un ensayo cinematográfico donde el cineasta -quizás representado dentro de la misma película- muestra las diferentes vías posibles a la hora de enfrentarse a la construcción de una película, las diversas posibilidades que, con leves variantes -los planos no se repiten exactamente, sólo se recuerdan manipulados- dan resultados dispares. Pero también ensayo de la condición humana y de sus decisiones, sus desencuentros -en este caso culturales con la participación de la francesa Isabel Huppert en el cine coreano y el choque que eso produce-, y de cómo el cine es capaz de materializar infinitas situaciones en escenarios solamente imaginados que mediante la cámara cobran forma, volumen y movimiento. Y se da, aunque resulte de nuevo contradictorio, todo a la vez, perfectamente imbricado, escondido tras una membrana de cálida levedad a la que parecen contribuir el efecto del soju en el organismo de los personajes y la agradable brisa marina. Por eso En otro país resulta tan sugerente, porque sabe asumir y, por tanto, replicar, en una original interpretación de la realidad incognoscible -de la que hablaría años después en The Day After (2017)-, lo contingente de la vida.

 


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