Falling (2020). El dilema del indulto.
Viggo Mortensen debuta como director, también autor, productor y protagonista, de un drama sorprendentemente auténtico y sincero donde queda patente que es perfectamente conocedor de lo que habla y de lo que hace.
Enfrentarse a la vejez, a la demencia y a la muerte no supone ninguna novedad, más bien son tópicos del cine y la literatura, no obstante, la existencia de vasto material del que partir no evita que resulte difícil la incursión. En ese sentido, el director acierta al arrancar a escribir, en el sentido literal y cinematográfico, desde la experiencia propia y la franqueza, renunciando a rendirse ante las fórmulas lacrimógenas y lugares comunes. La contención le gana terreno a la sobreexposición, incluso cuando llega el inevitable momento álgido y se pierden los estribos. El resultado es un relato de un hondo calado, maduro y muy honesto.
Al final, se trata de una historia sencilla en la forma, en tanto que alterna el presente con flashbacks configurados para realizar un bosquejo de la personalidad del padre antes de envejecer y caer enfermo y cómo la memoria de ese retrato, la sombra de un padre hostil, se cierne sobre los actos de los hijos que luchan infatigables para vencer los recuerdos, “matar al padre” y olvidar todas las afrentas que aún sigue provocando sin ser plenamente consciente. La resquebrajada manera de expresarse del padre refleja en sí misma la forma del film, las reminiscencias de un tiempo que sigue calando y proyectando sombras sobre el presente. Además, Mortensen se decanta por rodar pocas escenas (al menos las referidas al presente), largas y con abundancia de primeros planos o planos muy cercanos a los rostros de los personajes, donde capta el deterioro que sufren esas relaciones interfamiliares e involucra al espectador en la extenuante tarea de intentar tapar las faltas y establecer un nuevo comienzo. Mirar hacia delante a pesar de la vigencia de las heridas.
Falling es una caída en picado del padre enfermo hacia la (auto)destrucción, la pérdida de la noción del tiempo, el espacio y de sí mismo incluso, pero quizás lo más interesante de la película sean precisamente los flashbacks, o lo que es lo mismo, la falta de compasión en la manera de mirar a esa persona que profesó una conducta violenta, casi imperdonable, durante toda su vida, en especialmente a su hijo, el otro gran protagonista, víctima de la homofobia y machismo de su padre, el que nunca hizo por entender, y que ahora se ve en la tesitura de intentar perdonar a quien tanto daño le hizo.
La exigencia y la imposición ciega del primero frente a la voluntad redentora y el compromiso del segundo. Dos mundos enfrentados, el de la paternidad patriarcal totalizadora y el del hijo necesitado de cuidados y refugio, a punto de colapsar. Y el dilema del indulto.
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