La reina del grito (2020). El diario cinéfilo de una bruja.

 

La reina del grito (Desirée de Fez, 2020) es una suerte de diario cinéfilo y confesional de una bruja. De una bruja que tiene todo lo positivo de estas criaturas mágicas que han sido desarrolladas, (de)construidas y abordadas desde distintas perspectivas, sobre todo desde el género en el que es experta: el terror -en ese sentido recomiendo el podcast de Marea nocturna dedicado a esta figura-. Y entre sus páginas, ordenadas según títulos específicos de terror clásicos, Desirée desgrana dichas películas desde la rigurosidad de la crítica de cine y desde la valentía que supone abrirse en canal para confesar los miedos. Desde los más pequeños e invisibles a los más ruidosos y profundos. No se trata de un texto que pretenda sentar cátedra, ni hacer un exhaustivo estudio a cerca de esas películas (algo que podría resultar aburrido). Más bien el proyecto responde a un tremendo acto de generosidad en el que la autora expone todas sus contradicciones y filias cinéfilas dando como resultado un libro original y sugerente. Un libro que ejerce el mismo encantamiento que procuraban esas terroríficas portadas de VHS de los videoclubs de las que ella misma habla.

En cada uno de los capítulos, Desirée parte de un título de terror concreto para hablar de un miedo específico, pasando para ello por el análisis de las capas y subtextos de esas películas -también de otras- y que resultan completamente reveladoras. Y de los miedos que, aunque puedan ser entendidos de manera universal, tienen apellidos femeninos. Pero, sobre todo, destaca en el libro la radiografía que realiza del panorama de terror actual y cómo este está siendo profundamente transformado por la visión de un aquelarre de cineastas como Karyn Kusama, Jennifer Kent, Julia Ducournau -junto a otras como Claire Denis anterio- que vuelcan sus experiencias vitales y completan el discurso sobre las mujeres que siempre han elaborado los hombres. Pero no por ello rechaza la historia del género ni es políticamente correcta. Se reconoce en muchos personajes -en la Rosemary de La semilla del diablo, por ejemplo- a pesar de responder a la construcción de un hombre ya que tiene la capacidad de traspasar la apariencia para encontrar otras lecturas. Además, resulta muy interesante la atención que presta a todas aquellas mujeres que terminan de completar dicho aquelarre: las críticas -siendo ella una de las pioneras-, que contribuyen a renovar el sector, en el que encuentra transformaciones, aunque no lo suficientemente cualitativas.

Un aterrador viaje por el cine de género de la mano de una experta – “llevaba la semilla del cine de género”-que supo entender de qué manera el terror proporciona la posibilidad de evasión de los miedos propios al proyectarlos en los personajes de la pantalla y cómo ese ejercicio permite el desarrollo de herramientas útiles a la hora de lidiar con ellos en la vida. La reina del grito, es, entonces, la poción de una bruja; el antídoto para la cobardía y una lección del necesario abrazo de la vulnerabilidad entendida como el principal rasgo humano que nos hace más complejos y por ello más interesantes. Porque lo personal seguirá siendo, siempre, político.

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