Las Malas (2019). Un manifiesto encendido a la vez que carta de amor a sus hermanas.
Las Malas es, ante todo, un manifiesto encendido y volcánico en forma de novela donde Camila Sosa Villada conjuga a la perfección elementos autobiográficos, esos terribles flashbacks de su infancia, y la ciencia ficción para construir un origen místico, casi mitológico-religioso, de “las travestis” ofreciendo una faz popularmente menos conocida. Lo que no quiere decir que renuncie a la violencia, el texto de Camila es hondo, violento, viscoso, pegajosamente cruel y retorcido, y a su vez bien cargado de sentido del humor, de una ironía herida y forzosamente evasiva. Un humor intrínseco y propio como el de Iván Monalisa Ojeda en Las Biuty Queens. En el texto conviven episodios monstruosos con fragmentos emotivos, esperanzadores e inocentes, porque si algo las caracteriza como colectivo, además de la magia y el hechizo, es por no dar rienda suelta a un rencor y una rabia más que justificadas, que quema y las envenena. Una furia legítima que, sin embargo, termina por hacerle más daño a ellas que a los culpables.
Y es manifiesto porque constituye una reconstrucción de memoria histórica, de dolor histórico, de un país a partir del testimonio propio, de la recolección de fragmentos de recuerdos obligados a ser olvidados y de una intimidad que no ha sido contada propiamente. Porque señala la razón de la prostitución como única salida, de la vergüenza y la culpa por ser cliché y terminar cayendo en el destino que a ellas les espera. Un destino atravesado por la enfermedad, el miedo y la muerte desde la infancia.
“Si alguien quisiera hacer una lectura de nuestra patria, de esa patria por la que hemos jurado morir en cada himno cantado en los patios de la escuela, esa patria que se ha llevado vidas de jóvenes en sus guerras, esa patria que ha enterrado gente en campos de concentración, si alguien quisiera hacer un registro exacto de esa mierda, entonces debería ver el cuerpo de la Tía Encarna. Eso somos como país también, el daño sin tregua al cuerpo de las travestis. La huella dejada en determinados cuerpos, de manera injusta, azarosa y evitable, esa huella de odio”. “La tía Mara es una porción de historia de nuestro país, la pornográfica y feliz historia de este país en que los hombres de bien trabajaron la tierra y los nietos de inmigrantes poblaron la patria, y todos ellos juntos, los gringos, los negros y los indios y los mestizos, todos esos hombres hubieran ardido en la hoguera por acostarse con una travesti”.
Pero también Las Malas cobra sentido como carta de amor y como disculpa a todas aquellas amigas, hermanas, nunca más encontradas. Sosa Villada se sirve de la literatura para plantear un escenario donde resulte posible reunir a toda su estirpe, reencontrarse con quienes la socorrieron y acompañaron en la larga y oscura noche (“¿Por qué eran tan largas las noches?”) donde se ven obligadas a cohabitar las “travestis”. Es casi un exorcismo.
Un tributo y homenaje a toda una comunidad despreciada y condenada, a todas esas “refugiadas” que no escapan de bombas o de guerras, o al menos la noción de guerra que manejamos, sino del repudio de la sociedad que las silencia, las culpa, y cuando no las mata, las sentencia de por vida y les recuerda que toda su existencia estará marcada por el delito. Y una mirada al cielo de las travestis que la protegen.
Un libro escrito con un cuerpo que ha sido blindado, prostituido, violado. Un cuerpo huérfano y mil veces desahuciado. Un cuerpo que después de haber pedido ser transparente e ignorado, se ha cansado y ahora exige ser mirado, leído y recompensado.
“Un año nuestro equivale a siete humanos”.
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