Podría destruirte (I May Destroy You, 2020). Autoficciones desde el dolor.

El capítulo de cierre de I May Destroy You resume a la perfección la esencia y la relevancia de toda la miniserie: el poder catalizador y catártico de la (auto)ficción. Mucho más teniendo en cuenta que la propia Michaela Coel, rotundamente hipnótica, magnética y camaleónica, escribe desde la primera persona del singular(ísima), desde la toma de conciencia como sujeto político dando lugar a un texto revolucionario, casi beligerante. Uno tempestivo, tormentoso y personal. Por ello, en este último episodio Michaela juega con el relato, con las palabras, los acontecimientos y propone distintos escenarios, más o menos éticos pero lícitos en la mente efervescente de cualquier creadora, donde no hay lugar para la corrección política sino para la víscera y las tripas, dispuestos a poner fin o recomenzar, según se mire. Es interesantísimo cómo con el personaje central, a través de su parón y su bloqueo mental para escribir, recalca la imposibilidad de separar a la persona de su cosmos creativo. Arabella no es capaz de escribir cómo no puede ser de otra manera cuando has sido drogada, violada y absolutamente olvidada y poco apoyada por su entorno laboral que parece más bien ver una baza para la editorial en la agresión que un problema. Lo que no quiere decir que aquí la protagonista sea retratada meramente como una víctima, todo lo contrario, la agresión forma parte de ella, de su historia, pero los demás aspectos de su vida continúan importando y son los que realmente conforman su personalidad y carácter, poliédrico y conjugado a la perfección con su fisicidad.

Pero quedarse en que I May Destroy You reflexiona sobre el consentimiento sexual, cuestión de poca ligereza, sería haber visto la serie con la vista cansada, un ojo bizco o dormido, anestesiado. Cosa que dudo que pueda pasar. Hay, por supuesto, una deliberación y observación muy locuaz sobre la diferencia entre la afirmación y la negación llegando a la conclusión de que ante cualquier falta de afirmación todo lo que sigue es indecente. Execrable. Pero también, aprovechando los personajes que la acompañan, Terry y Kwame, a veces tan centrales como ella, se atreve a abordar algunos de los problemas que afectan a las generaciones más jóvenes (llamémosla millenial, Z…): la precarización laboral de la juventud, el inexplicable racismo aún muy presente en ciudades multiculturales europeas como Londres en el proceso de socialización desde la infancia, el espeso fantasma de la masculinidad hegemónica en la construcción de relaciones homosexuales bajo el dogma heteronormativo, el miedo de los hombres a reconocerse agredidos y violados, la complicada y casi, masculina diría yo (en el peor de los sentidos) relación que los jóvenes experimentan con el sexo… Entre otras muchas cuestiones más como la normalización de LA REGLA, con esa escena maravillosa del tampón empapado y el coágulo, y el sentido del humor con el que equilibra el peso dramático.


Un visionado no apto para estómagos débiles o con intolerancias a una cruda realidad donde el cuerpo de las mujeres se ve obligado a afirmarse una y otra vez como propio, privado, y nunca público, por la existencia de depredadores de todas las edades y clases. Porque incluso a los estómagos dispuestos y prevenidos se nos corta la digestión.Una lección sobre la narrativa del dolor que coincide con el proceso de rehabilitación espiritual de la autora.



“Bob seguramente crea que estás loca. Que no es para tanto y que lo del espacio personal se esta yendo de madre. Y esta muy seguro de ello porque ha estado investigando sobre los límites y violaciones de las que hablan las mujeres. Bob es muy concienzudo. Investigando, Bob ha descubierto la línea que lo separa del resto. Y, en lugar de sobrepasarla, la recorre de putillas y experimenta el sentimiento de estar en el límite, de estar justo encima de la línea, de no estar ni en un sitio ni en otro, y ve que, en esa zona gris, donde las cosas no son claras, nadie puede ser claro. No sabemos cómo expresarlo, las palabras se confunden, no podemos decir que es lo que ha hecho mal exactamente. Así que sí. Bob cree que estás loca. Cree que es el más listo del lugar, que lo sabe todo porque se ha fijado en los detalles. Así que tenemos que observar a Bob, decirle que también nos fijamos en los detalles. Nos fijamos en ti, Bob, y eso significa que estamos ahí, siguiéndote de puntillas por la línea. Y, en ese lugar, donde las normas, la claridad, la ley y la separación no existen, te enseñaremos qué queremos decir exactamente con violación”.

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