Un amigo extraordinario (A beautiful day in the neighborgood, 2019). La amnesia de la adultez.

 

Tras la deliciosa y trepidante ¿Podrás perdonarme algún día? (2018) Marielle Heller dirige de nuevo una historia real, con guion de Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster, basada en el artículo de Tom Junod sobre la figura televisiva de Fred Rogers, interpretado por un carismático y tierno Tom Hanks que es capaz de emocionar con sus silencios, pausas y miradas compasivas y sanadoras.

La película, que da rienda suelta a la imaginación y se aleja acertadamente del biopic, se decanta por abordar de qué manera incidía y transformaba el icónico personaje a los pequeños -y no tan pequeños- espectadores con el programa televisivo y la encarnación de su propio personaje del cual le era difícil desprenderse una vez se apagaban las luces. Tal es así que el propio periodista, que resulta ser quien comparte todo el protagonismo con Rogers, se convertirá en el invitado del programa especial que llega a ser finalmente la película. El encuentro de Fred y Lloyd para el segundo se convierte en una suerte de cura y de lección de vida; Fred adoptando de alguna forma la figura paterna ausente en la vida de Lloyd, le ayuda con todo el amor y altruismo posibles, a recuperar la relación que hacía muchos años había dado por perdida. Por imposible. Y de paso le sirve de recordatorio para no cometer los mismos errores que una vez sus padres pudieron cometer con él en ese proceso de desmemoria que sufren ciertos adultos cuando se alejan de la infancia. "Olvidamos qué se siente al ser niños" dice Oprah Winfrey, a lo que responde Fred que a eso nos ayudan precisamente los niños, a darnos la oportunidad de crecer otra vez, y mejor, en ese viaje que se inicia hacia atrás, hacia el recuerdo.


Una ficción veraz sobre la importancia de conservar los aspectos más relevantes de la infancia como la inocencia y la libertad de expresión de todos esos sentimientos que afloran de manera natural en el ser humano y que nos empeñamos en esconder y a mantener encerrados entre muros cuando nos hacemos adultos tales como el perdón y la reconciliación. Una película sobre las segundas oportunidades, el buen uso de la fama y, en segundo plano, sobre la necesidad de adoptar una postura menos jerárquica y paternalista con los niños para sustituirla por una más inteligente, transversal y recíproca.
Muy atinada la comparación entre los exteriores ficticios, maquetados y los interiores reales en ese paralelismo de los dos universos complementarios que son la realidad y la ficción, así como la elección de una paleta de colores cálidos y fuertes que demuestran que la seriedad no está reñida con el rojo, el amarillo o el verde, sino más bien lo contrario, son los colores vivos los que resaltan y refuerzan lo sentimientos más puros de los seres humanos.

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